Al principio, mi nuevo trabajo como niñera de Catie, la encantadora sobrina del multimillonario irlandés Declan Byrne, parecía fantástico. Sin embargo, las cosas van mal con Declan. Tremendamente mal.
Nos conocimos en un avión, donde me dijo que sería «fantástico» que me callara la boca. No puedo evitarlo, los aviones me ponen muy nerviosa.
Él es un auténtico cascarrabias, y está claro que no le caigo nada bien. Eso sí, es tan guapo, que cuando estoy con él no consigo concentrarme. Además, me ha dicho desde el primer día que me tendré que marchar en cuanto encuentre a otra niñera.
Pero yo soy una chica dura de Minnesota, y sé que puedo sobrevivir todo el verano trabajando para este cascarrabias tan sexi. Bueno, al menos creía que podría hacerlo, porque cada vez me resulta más difícil estar con él. Cuanto más tiempo paso con Declan, más me parece que entre nosotros está surgiendo algo... una atracción que me resulta imposible ignorar.
Declan oculta un corazón de oro tras su actitud prepotente y distante. Y esa forma de hablar... ese acento irlandés tan atractivo hace que me tiemblen las rodillas.
La primera regla del trabajo de niñera es no liarse con la familia. Hay que mantener las distancias y comportarse como una profesional. Acostarme con Declan supondría cruzar la raya.
Algunas reglas deben respetarse. Pero otras están escritas para romperse.
Nunca pensé que acabaría como limpiadora en Branson Couture.
Y tampoco pensé que estaría a punto de decapitar al presidente de la empresa con una fregona.
En mi defensa, no sabía que era el presidente. Yo solo pensé «intruso» y «guapísimo», aunque tal vez no en ese orden.
Así es James Branson: insoportablemente guapo, escandalosamente rico y tan encantador como un portazo en la cara.
Él es el rey de la alta costura y, al parecer, también es lo único que puede amargarme el día.
Lo malo es que parece querer algo más que amargarme el día. Cuando salí corriendo después de atacarle con la fregona, olvidé llevarme mi cuaderno de diseños. James lo ha descubierto y me ha ofrecido una cantidad descabellada de dinero para que trabaje con él.
Cada célula de mi cuerpo me dice que no acepte. James es el amo de la sala de juntas, y su corazón es de hierro fundido. Cuando se enfada, su expresión podría ahuyentar un huracán. Pero sus enormes manos guardan la llave de mi corazón.
Bueno, es mejor que no piense en su enorme... nada, nada.
En el mundo de la moda, no solo se descartan los diseños sin ningún miramiento. También se descartan los sentimientos. Pero si James cree que le voy a dejar pisotear los míos, se va a enfrentar a la lucha más difícil de su millonaria vida.
Tengo un plan: presentarme todas las mañanas, hacer mi trabajo y no pensar en mi jefe desnudo. Muy sencillo, ¿no?
3
Dicen que los diamantes son los mejores amigos de las chicas.
Pero el tío que vende esos diamantes... es mi peor enemigo.
Tardé menos de un segundo en odiar a muerte a Cameron O’Connor.
Llegaba tarde a una entrevista de trabajo, así que me pareció un milagro que un taxi se detuviera justo a la puerta de mi casa... hasta que me lo quitó el gili-pijo más antipático, gruñón y ridículamente guapo del mundo.
Por supuesto, cuando llegué a la entrevista, ¿quién estaba sentado al otro lado de la mesa?
—Llegas tarde. ¿No encontrabas taxi?
Por muy guapo que fuera, ese hombre me había puesto furiosa, así que no me corté lo más mínimo al explicarle hasta qué punto su empresa estaba metiendo la pata al tratar de resolver su actual crisis de relaciones públicas.
Pero ni todo el oro del mundo me haría aceptar ese trabajo, y mucho menos a ese jefe, por muy bueno que estuviera. O, al menos, eso pensé hasta que me ofreció una cifra con más ceros de los que había visto en mi vida. Así fue como me encontré trabajando para el jefe del infierno, y haciendo esfuerzos sobrehumanos para que mis comentarios sarcásticos no cruzaran la delgada línea entre una actitud razonable, pero en desacuerdo, y la rebelión abierta.
Ojalá él no hubiera decidido contratar a una influencer para promocionar los anillos de compromiso de la empresa, porque ella decidió anunciar que Cameron y yo estábamos ocultando un romance secreto.
A partir de ese momento, nuestra supuesta relación se convirtió en asunto de interés público, solo que no había ni rastro de romance, porque nos odiábamos sin piedad. Pero, para que la historia fuera creíble, tuvimos que empezar a salir juntos... y tuvimos que besarnos.
Hasta que ha llegado el momento en el que yo ya no tengo que seguir fingiendo, y creo que Cameron tampoco finge. Los diamantes son para siempre, pero ¿podrá nuestro amor durar tanto?
Es imposible que me enamore del antipático de mi jefe. ¿Verdad?
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