Cuando hui de mi pequeña ciudad natal para cruzar el mundo en busca de un posible trabajo en una isla remota, lo hice por capricho. Y digamos que mis padres no estaban contentos. Según ellos, el viaje de autodescubrimiento no es tan importante como cuidar de la granja familiar.
Puede que no sepa mucho, pero sé que necesitaba espacio para respirar. Para descubrir quién soy y qué quiero de la vida. Necesitaba desesperadamente un cambio.
Así que cambié las botas de trabajo y las franelas por las chanclas, los carritos de golf y los hombres atractivos en bañadores diminutos.
Vine en busca de aventuras, pero nunca me habría imaginado que en una isla tropical llena de lagartos espeluznantes, medusas venenosas y un mono obscenamente trastornado, tendría que vigilar al surfista sexy de cuerpo firme y boca coqueta.
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