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Chelsea.
Alguna vez has dicho una mentira, una falsedad insignificante, que cobra vida propia. Eso es lo que me pasó hace tres años, cuando le dije a mi nuevo jefe que tenía novio. En aquel momento, tenía buenas razones, pero ahora me pregunto si mi mentira me ha retenido en la sala de juntas cuando podría haber estado en el dormitorio de JD.
JD.
Fuera de los límites. Ya está tomada. No es mía. Estos son los pensamientos que me pasan por la cabeza cuando miro a mi asistente. Aun así, no puedo quitarme la sensación de que me pertenece.
Cuando descubro que me ha estado mintiendo y que su “novio” no es real, se acabaron las apuestas. Es hora de hacerla mía.
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