Nunca he odiado a nadie tanto como lo odio a él.
El día que murió mi hermana, le dije a su mejor amigo que no quería volver a verlo nunca, y lo decía en serio.
La perdí por su culpa. Todo lo que solía importarme ahora no significa nada por su culpa.
Todo es por él.
Así que cuando aparece en mi entrada dos años después y me dice que se está mudando conmigo en su primer año de universidad, pateo su culo y le digo que desaparezca. Esta vez para siempre.
Pero ya sé que el pequeño mocoso desafiante no va a escuchar. Nunca lo hace.
Estar cerca de él otra vez me vuelve loco.
Se supone que soy la estrella del baloncesto universitario que mi padre me crió para ser, pero ahora estoy enfocado en un nuevo juego.
Estoy obsesionado con mirarlo, tocarlo, romperlo. Su cuerpo, su cabeza, su corazón, cualquier cosa en la que pueda poner mis manos...
Voy a tomarlo todo hasta que no le quede nada.
Y aunque sabe exactamente lo que le estoy haciendo, me dejará hacerlo de todos modos.
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