Se suponía que ella nunca se iría, se suponía que él nunca se quedaría.
Cuando su distanciado padre muere, Lenore Thorn regresa al único lugar que juró no volver a pisar: una ruinosa mansión gótica a las afueras de un pueblo que susurra el nombre de su familia con miedo. Su única intención es venderla e irse para siempre. Pero alguien ya está allí.
Dorian Thorn, su hermanastro, nunca se fue. Criado a su lado, pero nunca realmente su hermano, siempre ha sido posesivo, cruel e indescifrable. Él le dice que la casa sigue siendo suya, que ella pertenece aquí y a él. Ella se resiste a su toque frío, a su mirada hambrienta y a la forma en que habla de su pasado con acertijos.
Pero cuando descubre los secretos más oscuros que se esconden tras los muros (rituales de sangre, niños desaparecidos, una habitación cerrada a la que su padre le prohibió entrar), se da cuenta de que Dorian no es quien la retiene aquí.
La casa no la dejará irse.
Y él tampoco.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario