Narco vows actualizado 2 y 3







SabĂ­a que ese golpe en la puerta era una advertencia.
No esperaba que fuera una sentencia.
Vinieron en plena noche.
No por dinero. No por venganza.
Vinieron por mĂ­.
ValentĂ­n Montoya—el nombre que gobierna Buenos Aires como una oraciĂłn susurrada y una maldiciĂłn.
Un hombre que no negocia. No perdona.
Y ahora, me posee.
La deuda de mi esposo debió morir con él, pero Montoya no cree en los cabos sueltos.
AsĂ­ que fui arrastrada a su mundo, con mi hija en brazos, sin posibilidad de escape.
Se suponĂ­a que yo serĂ­a una prisionera.
Una lecciĂłn.
Una posesiĂłn.
Pero él no me esperaba a mí.
No esperaba mi fuego.
Mi negativa a rendirme.
Y yo no esperaba la tormenta que se agita tras sus ojos plateados.
El dolor que entierra bajo sus manos manchadas de sangre.
El hambre en su tacto que amenaza con consumirnos a ambos.
Me dice que aprenderé a obedecer.
Que mi odio no me salvará.
Pero yo conozco a los monstruos.
Y no caeré sin luchar.
Aunque mi peor enemigo no sea él.
Es esa parte de mĂ­ que susurra... ¿Y si no quiero huir?



2



Nunca debĂ­ llevar la corona.
Debí planear las bodas, ser la anfitriona de las fiestas y sonreír para las cámaras.
No pelear. No matar.
No gobernar.

Pero cuando asesinaron a mi padre, descubrí la verdad: los cuentos de hadas no existen en el cártel.
Y la Ăşnica forma de sobrevivir es convertirme en algo peor que los monstruos que me persiguen.

Diego Montiel, el hermano al que una vez amé, puso precio a mi cabeza.
Gabriel Sarmiento , el hombre al que una vez temĂ­, se convirtiĂł en mi Ăşnica oportunidad de sobrevivir.

Me robĂł al amparo de la noche.
No por rescate. No por piedad.
Por la guerra.

Dicen que el poder se toma, nunca se da.
Que para gobernar con sangre, debes derramarla.
Y cuando llegue el momento, no dudaré.

Porque no soy solo la hija de mi padre.


No soy solo el deseo prohibido de Gabriel.
Soy la Reina del Cártel.

Y quemaré a mis enemigos hasta los cimientos.



3

Nací siendo hija del cártel.
Marcada. Prometida. Una pieza más en el imperio despiadado de mi padre.
Pasé mi vida esperando una salida.
Pero cuando las paredes finalmente se cerraron, la libertad no llegĂł.

Santino Corso sĂ­ lo hizo.
El Carnicero de Buenos Aires.
El hombre que me robĂł en plena noche.
No para salvarme. No para liberarme.
Sino para poseerme.

Dice que le pertenezco.
Que nunca estuve destinada a otro.
Que me romperá antes de dejarme ir.

Pero ya estoy harta de ser un peĂłn en este mundo de reyes.
Lo enfrentaré. Lo tentaré. Lo manipularé.
Y cuando llegue el momento, lo traicionaré.

Solo hay un problema.
Cuanto más lo empujo, más me arrastra.
Cuanto más lo odio, más me hace desearlo.

Y ahora, no sĂ© si quiero huir…
O ver arder el mundo por los dos.

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