Nica.
El apellido De Luca apesta a poder, a dinero y a una oscuridad que me hiela hasta los huesos, y ahora la sangre de mi padre grita venganza: voy a hacérselo pagar.
Pero entonces le veo: Elio De Luca. MandÃbula angulosa, cabello negro como la tinta cayendo desordenadamente sobre su frente y ojos que me atraviesan.
Sé que es un depredador, pero hasta su mirada me eriza la piel y hace que me pregunte si es realmente el mismo chico que compartÃa conmigo caramelos robados.
Ahora dirige un imperio cimentado en sangre. Sus ojos se cruzan con los mÃos y no dudo que hay un destello de reconocimiento al que sigue una máscara frÃa. Sé que me arriesgo al estar aquÃ; aun asÃ, me pregunto si queda algo del chico que conocà bajo esa despiadada fachada. Entrar en el mundo de Elio, un mundo que dejé atrás cuando era una crÃa, podrÃa costarme algo más que el corazón: podrÃa costarme la vida.
Elio.
El aroma de la canela me golpea como un fantasma de un pasado que creà lejano y, de pronto, ella está aquÃ, en mi evento: Nica. Mi mirada recorre sus curvas, deteniéndose más tiempo del conveniente; es una distracción que no puedo permitirme, y aun asà no aparto la vista. Su largo cabello oscuro enmarca un rostro que me atrae. Sus labios se entreabren y me maldigo por preguntarme a qué sabrÃa; no deberÃa desearla, pero la deseo.
Victoria Galli, mi mejor amiga hasta que dejó de serlo. ¿Qué hace aquÃ? Sus ojos están llenos de una furia que no puedo descifrar, y al parecer va dirigida a mÃ.
No tiene derecho a mirarme asÃ. No tiene derecho a estar aquÃ, no en este mundo, mi mundo. Una parte de mà quiere tenderle la mano y explicarle en lo oscuro que me he convertido, pero ¿verá Nica sólo al monstruo que el resto del mundo teme?
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